Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DEL PERÚ



Comentario

Capítulo XXVI


Cómo Tupa Inga Yupanqui ordenó todo su reino, y de la traición que intentó contra él su hermano, Toca Capac, y de su muerte

No hay quien dude que fue Tupa Inga Yupanqui el Inga y Rey de más prudencia, consejo y sagacidad, y el que mejor gobernó y rigió sus reinos, de todos los ingas que antes y después dél hubo en ellos, porque todo el concierto, orden y traza que en él hubo se le atribuye a él. Aunque su padre, Ynga Yupanqui, hizo algo, toda la perfección dello es suya, y aunque después se ha de hacer tratado y narración aparte de las cosas que dispuso, alargándolas más todavía, en este capítulo en resumen se hará mención dellas. Ante todas cosas, él fue el que hizo y ordenó los mitimaes, poniéndolos de una parte en otra, sacando indios de una provincia y trasplantándolos en otra, con sus hijos y mujeres, porque estando fuera de sus tierras no se osasen rebelar. A éstos daba las mejores tierras, pastos y lugares y les encargaba tuviesen grandísimo cuidado con la gente de aquella provincia, para avisarle de todo lo que intentasen, y así estaban como gente de guarnición y miraban y notaban si las leyes del Inga, dadas para el Gobierno y sacrificios, se guardaban, y cuando había mucho multiplico de gente los ponía en los pueblos asolados, para de nuevo poblarlos.

Hizo Tupa Ynga Yupanqui juntar los indios en pueblos, porque de antes vivían en cuevas, cerros y laderas, donde más comodidad hallaban y aparejo para sus sementeras, y redujo a los que estaban en lugares fuertes y llanos y sin defensa, porque no se rebelasen. Y ordenó caciques principales de los mismos naturales, informándose primero de dónde procedían, su calidad y naturaleza, y al que hallaba más hábil a ése ponía en el cargo de cacique principal de toda la provincia y nación. A éstos dio criados, chacaras, ganados y mujeres, todo por su cuenta y razón, conforme los indios que tenían a su mandado. Hizo también caciques de los mismos naturales de mil indios, de quinientos y de ciento, y a todos les señaló servicio, atendiendo la cantidad de indios que tenían criados, chacaras, mujeres y ganados, y todos estaban sujetos al orden y mando del cacique principal en lo que tocaba a la gobernación. Para este señor principal hacia cada pueblo de toda la provincia su chacara, conforme los indios que tenía y adonde se la había señalado el Inga. Al tiempo de la cosecha venían sus mayordomos y recogían la comida y esta chacara heredaban sus sucesores en el dicho mando y gobernación. Y por esta misma orden hacían las sementeras de todos los demás curacas y señores hasta la del cacique de cien indios, que los demás mandoncillos de a diez indios fueron hechos y ordenados por los mismos caciques, para ayudarles a lo que tenían que hacer. Muerto el señor o cacique sucedía el hijo mayor de la que llamaban Mama Huarmi, que era la que el inga le había dado por mujer principal, porque aunque tenían otras mujeres, los hijos dellas eran reputados por bastardos, y así el hijo mayor de ésta era el heredero de la hacienda y cacicazgo, y si no era de edad suficiente para el gobierno, cuando su padre moría, quedaba por Gobernador un hermano del muerto, el de más habilidad y confianza que había, hasta que el mozo tuviese edad, que le entregaban el señorío y hacienda de su padre, y si el hermano del muerto que entraba por tutor y gobernador por el sobrino caía en gracia del Ynga, mandaba se quedase por señor absoluto, y si no tenía hijos, le heredaba su hermano, y si no los había y no eran suficientes para el gobierno, el Tocorico Apu que después diremos escogía de aquel linaje la persona más allegada y de mejor juicio y lo enviaba al Ynga para que lo nombrase por Señor, el cual le nombraba y le daba las mujeres que dicho es, y lo demás conforme a su estado.

El primer Ynga que puso las provincia en que tributasen fue Ynga Yupanqui, pero el que los puso en razón, modo y orden y repartir las tasas, conforme lo que en cada provincia se daba y producía de la tierra, fue este Tupa Ynga Yupanqui, así para la tasa general como para las Huacas. Repartió las chacaras por toda la tierra, dándoles topo y medida, y dio la orden a sus Gobernadores qué habían de tener para ello. Repartió los meses del año como se habían de ocupar para las cosas necesarias al Sol Huacasi Ynga, y sacó tres meses en todo el año para la gente común, un mes para sembrar, otro, para el coger y otro para que hiciesen sus fiestas e hilasen y tejiesen para sí. Este Ynga dio orden en las acllas, que significa mujeres apartadas y escogidas desde niñas, las cuales se casaban por orden del Tocorico Apu cuando el Ynga les daba comisión para ello, porque sin ella no podían. Ordenó que hubiese mercaderes, los cuales andaban por las provincias y pueblos sus mercaderías, rescatando piedras y esmeraldas, oro y plata. Tenía mandado Tupa Ynga Yupanqui que en hallando con oro, plata o alguna piedra rica a algún indio, le echasen mano y éste dijese dónde lo había sacado o quién se lo había dado, y fue un medio éste eficacísimo para descubrir en cada provincia gran cantidad de minas de oro y plata, y éste fue el fin e intento con que instituyó los mercaderes.

Tenía dos personas nombradas que se llamaban Suyoyoc Apu, los cuales representaban donde quiera que iban su persona como tenientes y virreyes suyos; en jauja residía el uno y el otro en Tiahuanaco, y siempre eran personas de su linaje y de mucha confianza a quien daba este cargo.

De todas estas cosas dichas aquí en suma y cifra se hará después más largo tratado. Sólo diré aquí, por ser necesario, que mandó hacer por todas las provincias, desde Chile hasta Quito, visita general y empadronar toda la tierra, e hizo cabezas de cacicazgos y sobre esto ordenó y puso gobernadores naturales del Cuzco en todas las provincias, a los cuales llamaban Tocorico Apu, como dijimos, y otros llamados Micho, que tenían cuenta y cargo de las tasas y eran como espías de lo que pasaba, para dar cuenta al Ynga. Hizo visitador general de todas las provincias a un hermano suyo llamado Tupa Capac, que quería mucho, y en todas ellas le dio criados y chacaras, así para él como para sus criados, y estos beneficiaban y sembraban las tierras de Tupa Capac y le recogían las comidas conforme a su orden y mandato. Este Topacapac, andando en la visita general dicha, so color de los criados que le había dado su hermano Tupa Ynga Yupanqui, allegó a ellos mucho número de indios, encubriéndolos de la visita y no empadronándolos, como llevaba la comisión, y trató con ellos que se quería rebelar contra su hermano y, alzándose con la tierra, quitarle el señorío, y que pues los sacaba de la visita y le reservaba cada y cuando que por él fuesen llamados para este fin en su ayuda, luego sin dilación le acudiesen. Y tratada y concertada esta grande traición, se vino a dar cuenta al Cuzco de lo hecho a su hermano, y hallándose rico y poderoso quiso intentar lo que tenía pensado y tratado en ocasión que Tupa Ynga, Yupanqui estaba ausente del Cuzco en Pacaritambo, ocupado en unas fiestas y solemnidad, que celebraba, armando caballero a un hijo suyo muy querido, llamado Tupa Ayar Manco. Pero como el negocio lo había comunicado y conferido con muchas personas, y en diferentes partes, y aunque hubiera sido con pocas, entre los indios se guarda poco secreto, aun para sus mismas cosas que les tocan, vino a noticia de Tupa Ynga Yupanqui la traición de su hermano y con grandísima diligencia y secreto vino al Cuzco y lo primero que hizo fue prender a su hermano Topa Capac y ponerlo en una muy oscura prisión, y luego a todos sus criados y conocidos y a los de quien más se fiaba, y con ellos hizo averiguación del caso y hallando ser verdad, lo mandó matar, juntamente con todos sus consejeros y los hechiceros que le favorecían y habían dado aliento para ello, que fueron muchos. Y sabiendo, por la información, que en toda la tierra había dejado fuera de las visitas mucha suma de gente para este efecto, salió del Cuzco para hacer castigo ejemplar de todos y llegó hasta Yanayaco, que es adelante de Vilcas, en unos corrales grandes que allí están, llamados Yanayaco, y allí Mama Ocllo, su hermana y legítima mujer, movida a piedad de tantas ánimas como estaban condenadas a muerte, le rogó cesase en el castigo, pues tanto ganaba con la clemencia y misericordia, y que aquella gente los aplicase por criados suyos y para su cámara. Tuya Ynga Yupanqui, movido de los ruegos de su mujer, hizo perdón general de todos, y así, tomando el nombre del lugar donde se hizo esta remisión, les quedó a los perdonados el nombre de yanayacos, y estos tales no entraban en el número de los indios del Sol ni en la visita general, sino fueron de su recámara del Ynga.

Hecho esto por Topa Ynga Yupanqui, se volvió al Cuzco y allí dio por ninguno todo lo hecho en la visita general por Topa Capac, su hermano, y de nuevo proveyó por visitador general a Apohache, otro hermano suyo, al cual mandó no metiese en la visita estos yanayacos, y así lo envió por todo el reino con grandes poderes y comisiones.

Murió Tupa Ynga Yupanqui ya muy viejo. Algunos quieren decir que fue de un flechazo. Dejó infinitos hijos, tanto que afirman llegaron a ciento y cincuenta. Nombró por su sucesor a un hijo suyo, llamado Capac Chuare, porque había querido a su madre mucho, que se llamaba Chiqui Ocllo, pero no tuvo efecto, como en el siguiente capítulo diremos.

Fue Tupa Ynga Yupanqui de condición franco y liberal, especial con los soldados y capitanes, que en la guerra se señalaban y daban muestras de valerosos y esforzados, y esto fue causa que tuvo y llegó a todas las jornadas y conquistas siempre gente muy lucida y valiente, y que le siguiesen con gran voluntad. Fue también comúnmente respetado y tan temido, que en las partes más lejanas de su señorío temblaban en oyendo su nombre, y sus mandamientos y orden se cumplían con tanta puntualidad como si él estuviese presente. Fue amigo de saber cosas nuevas, y así por tener noticias y entender lo que pasaba en diferentes partes instituyó los chasques, por medio de los cuales sabía todo lo que pasaba en todo el reino, con increíble presteza y celeridad, tanto que de la costa de la mar, que hay al Cuzco ochenta leguas, le traían el pescado fresco a maravilla estos chasques, que no habiendo caballos ni mulas, ni otras bestias en que correr la tierra, como nunca las tuvieron ni conocieron, hasta que los españoles entraron en ella, y siendo los caminos cuestas y bajadas tan ásperas y fragosas como es notorio, parece cosa increíble. En fin, puso toda la tierra de su señorío en concierto y orden con tanta prudencia, que si hubiera leído las Políticas de Aristóteles y todo lo que la filosofía, moral enseña, no pudieran haberse aventajado tanto.